Jorge Gómez Barata
En
la medida en que se generalizó e intensificó, la guerra en Siria perdió
identidad. Hoy es difícil determinar por culpa de quién y cómo comenzó. Muchos
de los casi 300 000 muertos y los millones de desplazados no supieron quién los
mató ni en nombre de qué han sido expulsados de sus hogares, separados de sus
familias y despojados de sus bienes.
Una
certeza es que en ese territorio Rusia y los Estados Unidos libran una guerra
por “persona interpuesta”. Existe otro dato claro es que los gringos y los eslavos
no envían sus aviones, buques y tropas para salvar al pueblo sirio, sino para
alcanzar objetivos geopolíticos, contener adversarios, así como tomar o
mantener posiciones en el esquema de poder global.
El
primero, de mayores proporciones, más cruento y costoso de los conflictos de la
Guerra Fría, la Guerra de Corea (1950-1953) tuvo un inicio vinculado a los
intentos por reunificar el país, aunque inmediatamente experimentó una mutación
que lo convirtió en confrontación armada entre el capitalismo y el comunismo y
en una guerra entre Estados Unidos, la Unión Soviética y China en suelo
coreano. Corea fue apenas una excusa.
Entre
las más importantes diferencias entre la guerra en Siria y aquel conflicto que
involucró a una coalición liderada por Estados Unidos y formada por 20 países
entre los cuales figuraban las grandes potencias de entonces, y por la otra la
Unión Soviética y China, estuvieron las de carácter nacional pues se trataba de
la reunificación de un país dividido por la II Guerra Mundial y la cuestión
ideológica, asociada a la confrontación entre capitalismo y socialismo. Ninguno
de estos elementos está presente en Siria.
El origen del actual conflicto sirio, uno de
los más dilatados y cruentos en la región en los últimos sesenta años y que se
prolonga por un lustro, puede asociarse a acciones políticas de la oposición
interna al régimen de Bachar al-Assad que en la coyuntura de la llamada
“Primavera Árabe”, se movilizó en búsqueda de objetivos políticos y
confesionales, proceso contaminado por la presencia masiva de grupos terrorista
y milicias locales, y extranjeros, tanto de la región como occidentales en
búsqueda de sus propios objetivos.
Aunque
están presentes, en número de cientos, grandes y pequeños grupos terroristas y
organizaciones armadas, los actores originales, todos dependientes de apoyos
financieros y logísticos externos, han sido desplazados o instrumentalizados
por la presencia y la beligerancia de Estados Unidos y Rusia que han copado el
escenario político y el teatro de operaciones militares, relegando a fuerzas
tan relevantes como las de la OTAN, Irán, Siria, Turquía y los kurdos que
dependen de ellos.
Por
los factores involucrados, lo encarnizado de los combates, la presencia de
técnicas militares y armamentos avanzados y la profundización de las
diferencias que hacen difíciles los entendimientos políticos, algunos
observadores especulan con la idea de que en ese convulso escenario pudiera
estarse gestando una nueva guerra mundial que, para algunos ya ha comenzado.
Allá nos vemos.
La
Habana, 21 de octubre de 2016
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*Este artículo fue escrito para el diario mexicano
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