Editado por Martha Ríos - RHC
- 21 de oct. de 16
Hillary
Clinton. Foto: Archivo
Por Ricardo Alarcón de Quesada*
El tramo final que
desembocará en los comicios del 8 de noviembre está dominado por las
revelaciones, algunas recogidas en videos, acerca de la conducta machista y
obscena de Trump y su trato a las mujeres como objetos de placer de las que
puede disponer a capricho gracias a su poderío y notoriedad.
Sobre ese aspecto de su
personalidad se han concentrado quienes lo critican, y a defenderse ha empleado
el candidato la mayor parte de su tiempo y para hacerlo ha empleado una
disparatada combinación de disculpas y frases insultantes que más bien confirman
las acusaciones contra él.
Los principales dirigentes
del Partido Republicano, incluyendo Senadores, Gobernadores y Congresistas, lo
condenaron, le retiraron su apoyo y algunos incluso le pidieron que se retirase
de la contienda. Se llegó a hablar de “guerra civil” al interior de esa
organización y su inminente división.
Personalidades de raigambre
conservadora tradicionalista de lugares que nunca han elegido a algún demócrata
anunciaron que no votarían por Trump aunque precisando que obviamente tampoco lo
harán por la Señora Clinton, cuya candidatura, beneficiada por el sorprendente
caos, comenzó a recibir ventajas apreciables en las encuestas y harían de ella,
matemáticamente, la vencedora si las elecciones se efectuaran hoy.
Los sondeos de opinión arrojan
también otro dato significativo. La casi totalidad, más del noventa por ciento,
de los seguidores de Trump se mantienen firmes y votarán por el inveterado
abusador de mujeres.
Un buen número de los
candidatos republicanos al Senado y la Cámara, que a raíz del escándalo se
habían distanciado de él, se apresuraron a rectificar y regresaron al redil,
sabedores de que si no lo hicieran perderían muchos sufragios pues su base
electoral, además de republicana conservadora, es “trumpista”.
El núcleo duro de sus
partidarios, gente que se identifica con sus posturas y se siente representada
por él, se mantiene favorable al abanderado del racismo, la xenofobia y la
violencia que promete restaurar en todo su esplendor la “grandeza” norteamericana.
Pudieran llegar a ser decenas
de millones, aunque muy probablemente insuficientes para vencer en la
contienda.
Porque según los análisis y
pronósticos más fiables el “trumpismo” por sí sólo no es aun mayoría y para
ganar debería contar con el respaldo de otros que se autodefinen como
independientes o que, muy próximos a su pensamiento, vacilan ante su lenguaje
vulgar y su talante desaforado.
Su desenfrenada conducta
sexual y el modo en que ha reaccionado ante el escándalo parece haberle restado
apoyo especialmente entre mujeres que integran este sector.
La situación ha generado un
ambiente de triunfalismo entre los demócratas que encierra algunos peligros.
Porque las encuestas aludidas indican más un retroceso de Trump que un avance
sustancial de Hillary.
La senadora por New York
tiene sus propios problemas entre los demócratas y otros grupos afines, de
naturaleza completamente diferente.
El proceso para la selección
del candidato, las primarias, fue también muy novedoso dentro del Partido
Demócrata. Lo caracterizó el Senador Bernie Sanders, quien se autodefine como
“socialista democrático”, fue capaz de movilizar a muchos jóvenes recién
ingresados al padrón electoral y desplegó su campaña con contribuciones
voluntarias modestas de incontables donantes.
La postulación de la Clinton
como candidata provocó la frustración de no pocos en este sector y el riesgo de
que finalmente no voten.
El propio Sanders y la
Senadora por Massachusetts Elizabeth Warren, la cabeza del ala progresista del
Partido, se esfuerzan por convencerlos de que es la hora de votar por Hillary.
Igual ha hecho la revista The
Nation, centenaria vocera de la corriente liberal-progresista, que ha exhortado
a votar por ella y presionarla para que si llega a la presidencia cumpla con la
plataforma aprobada en la Convención demócrata que fue promovida por las
tendencias más avanzadas del partido y a la que Hillary se adhirió.
*Doctor en Filosofía y Letras, escritor y
político cubano. Fue Embajador ante la ONU y Canciller de Cuba. Presidió
durante 20 años la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba (Parlamento).
(Tomado
de Cubadebate)