Jorge Gómez Barata
Desde 1959
Cuba no había vivido una coyuntura tan esencial y auspiciosa como la actual
cuando, sin ataduras, con independencia, solvencia y respaldo, encara tres
modernizaciones: (1) Actualización del modelo económico. (2) Perfeccionamiento
del sistema político (3) Inserción en los circuitos de la economía global y en
las corrientes del progreso económico y tecnológico.
El más
avanzado de esos esfuerzos es la “Actualización del modelo económico” que se
encamina a una economía mixta, que junto al sector público, incluirá nuevos
protagonistas como el capital extranjero, los pequeños y medianos empresarios
nacionales a punto de debutar, las cooperativistas y los trabajadores por
cuenta propia. En su momento habrá espacios para los criollos de ultramar.
En conjunto
con otras opciones, como el auge del turismo y el acceso a fuentes crediticias,
ese esquema que favorecerá la elevación y diversificación de la producción y la
productividad del trabajo, el aumento de las exportaciones y el rendimiento de
la tierra, deberá aportar recursos para financiar el crecimiento y el
desarrollo.
Entre otros
efectos, los cambios en curso introducirán mutaciones en las políticas monetarias, cambiarias y
crediticias, así como regulaciones fiscales. La planificación centralizada y la
fijación de prioridades regirán sólo para el sector público, y se reducirá la
responsabilidad del estado en la generación de empleos y en la fijación de los
salarios, que excepto el mínimo, dependerán de mecanismos asociados al mercado
laboral.
Una mayor
solvencia y oferta de mercancías conducirá a la elevación del consumo, y al
florecimiento del mercado interno. La modernización de las telecomunicaciones y
la introducción masiva de INTERNET facilitará el acceso a conocimientos,
informaciones y al comercio electrónico. Las técnicas de gerencia y
administración se renovarán, contribuyendo al orden, la organización e incluso
a frenar la corrupción.
La segunda
línea se inició en 1992 cuando se reformó la Constitución de la República para
reconvertir el estado de ateo a laico, e introducir el voto directo en la
elección de los diputados. En su momento, esa opción será retomada para
perfeccionar las estructuras estatales y el sistema político en dirección a la
democratización de la sociedad, la elevación y la calidad de la participación
social, y el protagonismo de la sociedad civil. La mayor autonomía de las
empresas estatales y la independencia en la gestión de los territorios tendrá
una influencia difícil de subestimar.
Ese proceso
que, además crea la infraestructura jurídica para la siguiente etapa, como ha
señalado el presidente Raúl Castro, requerirá de una reforma constitucional y
una nueva ley electoral en la que ya se trabaja. En conjunto, parecen viables
avances hacía la jerarquización del parlamento, mejor diferenciación y,
probablemente, separación e independencia de los poderes del estado, cosa que
forma parte de la tradición constitucional y de la cultura política del pueblo
e influirá en la modernización de los mecanismos para la toma de decisiones.
El tercer
elemento es resultante de los dos primeros, y de los imprevisibles, amplios y
multilaterales efectos del restablecimiento de las relaciones diplomáticas con
Estados Unidos, el desmantelamiento del bloqueo, y la exclusión del país de
listas en las que fue injustamente incluido, entre ellas, la infamia de haber
inscripto a la Isla entre los patrocinadores del terrorismo.
La marcha de
estos procesos, aunque delicados, positivos, será más fluida, expedita y fecunda
en la medida en que sean favorecidos por decisiones y políticas de la dirección
cubana, para impulsarlas y para vencer la resistencia que surja de factores
locales o externos. Obviamente, cualquier maniobra para obstaculizarlas daña al
país.
Por primera
vez Cuba puede encarar el desarrollo de un modo coherente y eficaz, y sin los
obstáculos externos e internos, reales y artificiales que en el pasado se
levantaron. El fin del bloqueo relanza la economía y complace al Santo Padre
cuando dijo: “Que el mundo se abra a Cuba y Cuba al mundo”.
Como
recientemente se evidenció en las conversaciones en Washington, el viento sopla
a favor y los que están al timón tienen claro el rumbo y el destino. Allá nos
vemos.
La Habana, 01
de marzo de 2015