Jorge Gómez Barata
El problema en Ucrania ya no es evitar una
guerra civil, sino lograr un armisticio. Los servicios de inteligencia
occidentales han hecho su labor, los renegados fascistas han encontrado
espacios y los rusófilos el modo de realizar sus reivindicaciones. Como siempre
ocurre: el pueblo llano, paga las consecuencias.
Ucrania no es Crimea, sino el más grande de
los países europeos después de Rusia y el que posee el segundo mayor ejército
después del ruso, dotado con todas las armas que integran los arsenales
modernos, excepto las atómicas y donde, debido a la historia y a la doctrina
militar, el ciento por ciento de la población adulta posee preparación militar.
Los civiles ucranianos sublevados, pueden ser tan letales como cualquier
ejército.
No se trata de que sea un país belicista,
sino de una suma de circunstancias. Desde la disolución de la Rus de Kiev hace
cerca de mil años, descontando la ocupación fascista (1941-1945) y momentos
desdichados como fueron la Guerra Civil derivada de la actividad
contrarrevolucionaria contra los bolcheviques (1918-1921), el Holdomor, hambruna
ligada a la colectivización forzosa, la represión y las deportaciones, los 70
años de pertenencia a la Unión Soviética fueron la etapa más tranquila y
próspera de Ucrania.
Durante la Primera Guerra Mundial, más de
tres millones y medio de ucranianos combatieron con el ejército ruso, 250, 000
en las filas austro-húngaras. En la Segunda Guerra Mundial, unos 7 millones lo
hicieron con el ejército soviético y alrededor de medio millón tomaron parte en
la resistencia anti nazi.
La ocupación nazi de Ucrania se concretó por
medio de intensos combates y no menos cruentas fueron las batallas para su
liberación. El número de civiles muertos en la contienda se calculan entre
cinco y ocho millones, mientras la ciudades destruidas ascendieron a 700 y a 28
000 los pueblos.
Si bien en el proceso de integración de
Ucrania a la Unión Soviética y en el combate a las tendencias nacionalistas que
allí imperaron pueden haberse cometido errores, la República Federativa
Soviética de Ucrania fue siempre una especie de joya de la corona soviética.
Ucrania absorbía el 20 por ciento del presupuesto de la URSS y de los siete
gobernantes que en 74 años tuvo el país, dos de los más destacados: Nikita
Jruschov y Leonid Brezhnev, fueron ucranianos.
No obstante frecuentes turbulencias, Ucrania
disfrutó de un largo período de paz y prosperidad durante la Guerra Fría, ahora
interrumpido por la irrupción de la violencia desatada, debido no a problemas
nacionales ni a incompatibilidades étnicas ni culturales de comunidades y
pueblos que han convivido en razonable armonía durante un milenio, sino a
irresponsables manipulaciones políticas de Europa Occidental, Estados Unidos y
Rusia.
La tarea política del momento no es buscar
culpables ni declarar inocentes, sino demandar a todos respeto por la
independencia y autodeterminación del pueblo ucraniano que, sin importar la
lengua que hablaron sus mayores y el modo como llegaron a las localidades donde
crecieron sus hijos y yacen sus padres, son la única víctima. Allá nos vemos.
La Habana, 16 de abril de 2014