(en las mejillas de las superpotencias)
Por Alexis Ponce
Fuentes: mi desvencijada memoria de viejas lecturas y agencias noticiosas en este día...
Por Alexis Ponce
Fuentes: mi desvencijada memoria de viejas lecturas y agencias noticiosas en este día...
Antes de morir fue visitado por Lula y Chávez. Era conocida su profunda amistad
con Fidel Castro. La versión en castellano de su célebre libro "Guerra del
pueblo, ejército del pueblo", la prologó nada menos que Ernesto Che
Guevara. Considerado un héroe nacional, luego de Ho Chi Minh es la segunda
leyenda de Vietnam, y vivió 102 años.
Eterno revolucionario, hace un año criticó un proyecto minero que, según él,
destruiría un patrimonio natural de Vietnam y cuestionó al gobierno, su
gobierno, por arrasar luego con un monumento histórico, patrimonio cultural de
Hanoi, la capital. Perdió ambas batallas, pero siguió siendo la leyenda viva de
Vietnam.
Imaginen que en el 2013 viviera aún Eloy Alfaro en Ecuador, ¿sería, o no, una
leyenda viva Don Eloy? Para los poderes mundiales adversos y las elites,
posiblemente no. Si hasta "la Megan" les produce rabiosa urticaria y
un odio visceral enfermizo, imaginen lo que les produciría tener que bancársela
a un revolucionario histórico como Don Eloy, apoyando el proceso de cambios en
Ecuador y convocando a una mayor integración de la Patria Grande... Eso fue
Giap hasta el último de sus días: un monumento a la Independencia, en vida.
Giap peleó más de tres mil batallas, muchas las perdió, pero las que ganó, las
ganó para siempre. Con sus ingeniosas tácticas el ejército guerrillero más
sencillo y formidable del mundo, el Vietcong, expulsó a los arrogantes
franceses de Vietnam tras la famosa batalla envolvente de Dien Bien Phu en
1954, y posteriormente derrotó al ejército mercenario del Sur y a los
estadounidenses en abril de 1975, a través del copamiento clandestino,
preparado durante meses y años previos incluso, y la infiltración silenciosa y
paciente de miles de sus comandos en la capital del adversario, Saigón, hasta
ordenar la batalla final y lanzarse con tanques al palacio de gobierno,
mientras una bandera roja con una estrella de cinco puntas ondeaba frente a la
embajada de los EEUU...
Nunca olvidé la imagen de los marines norteamericanos corriendo en la azotea de
la embajada y lanzándose hacia los helicópteros, desesperados, asiéndose unos a
otros, colgándose de las uñas, huyendo de Saigón, saliendo por la puerta
trasera del país que desolaron sus bombarderos, su napalm, su agente naranja,
sus tropas enloquecidas...
Siempre consideré que esa imagen la debíamos agradecer a un pueblo sencillo y
campesino de hombres y mujeres milenarios. Y... a Giap, "el nombre que
suena a bofetada, a latigazo", como lo calificó Oriana Fallaci, la famosa
periodista italiana.
Sus estrategias lúcidas y arrojadas son estudiadas hasta la actualidad por los
altos mandos de los ejércitos de todo el mundo. Las FFAA brasileñas, con Lula y
Dilma al frente de la nación, desde hace años forman a todos sus oficiales
jóvenes, de tenientes coroneles para arriba, en la Escuela Militar de Vietnam
que el guerrillero Giap fundara. Los militares brasileños saben el por qué: Si
tarde o temprano van a tener que enfrentar a los EEUU por la defensa de la
Amazonía, deben aprender el arte de la guerra en la selva, y eso lo sabe muy
bien un solo ejército del mundo: el vietnamita. Es decir, el ejército de
guerrilleros que lideró Giap.
Los militares franceses, arrogantes hasta en el fracaso, nunca aceptaron que un
sencillo asiático de 1.58 de estatura, los venciera: "Lo de Dien Bien Phu,
fue pura suerte", clamó la prensa occidental durante décadas. Los
militares gringos lo odiaban tanto que Hollywood caricaturizó con sus Rambos y
vengadores la derrota más impactante que hayan sufrido desde que los EEUU
fueron fundados a finales del siglo 18. Este "último revolucionario de la
vieja guardia", fue motejado por los occidentales, tan diestros en apodar
a quienes desconocen por dentro, como "el Atila del Sudeste
asiático", "el Ghengis Khan comunista" y "el Napoleón
rojo".
Hasta Oriana Fallaci, la periodista italiana devenida en retrógrada odiadora
del Tercer mundo, tuvo que admitir en su legendaria entrevista a Giap, antes
del triunfo vietnamita de Saigón, que él sostenía un terco ideal. Fue el único
de sus famosos personajes de la historia entrevistados, que ella nunca pudo
escrudiñar ni descubrir qué guardaban su mirada y sus ojillos astutos.
Y le preguntó, al final, en son de reclamo, eurocéntrica ella: "¿Y cuánto
más debe sufrir su pueblo, y hasta cuándo piensa seguir peleando contra la
primera potencia de la Tierra, señor Giap?"
Y el hombre con nombre que sonaba a bofetada, le contestó: "Los años que
sean necesarios; estamos preparados, somos humildes, pero la libertad no tiene
precio, señora. Estamos dispuestos a luchar 20 años, 50 años, 100 años
más si es preciso".